EN LA ZONA TRIQUI
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Lunes,
12 de Noviembre de 2007 | 11:49
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Por:
Soledad Jarquín Edgar
Antonia
se para frente a la puerta de su casa, su mirada se pierde en el horizonte de
cerros y pueblos que se alcanzan a ver. Cruza los brazos sobre su pecho, es
como si se abrazara a ella misma, recarga el cuerpo sobre el muro de lodo y
carrizo con los que ha construido su casa.
En
silencio reza y sigue vigilando el horizonte, a ratos imagina que por
cualquiera de los caminos que llevan a su casa vendrán Daniela y Virginia,
sus dos hijas de 14 y 20 años de edad que esta semana cumplieron cuatro meses
desaparecidas.
Los
ojos de Antonia Ramírez Cruz están muy chiquitos, a ratos llora como reza, en
silencio. En la piel morena de su rostro se ha empezado a marcar una sombra
oscura que le rodea sus mejillas. Es la tristeza la que la ha enfermado,
dicen sus sobrinas.
En
Rastrojo, la pequeña población de no más de 500 habitantes en la zona indígena
Triqui de Oaxaca, la fiesta de muertos acaba de concluir y los altares siguen
en pie, con sus nueve palos rodeando la mesa, adornados con cempasúchil,
palmilla, garra de león, y hojas verdes.
En
la mesa, en cuyo centro cuelgan orquídeas blancas, todo se ha colocado por
nueve tantos o múltiplos de nueve "para no ofender a los difuntos".
Son nueve tantos de totopos (tortillas del tamaño de una tlayuda, pero más
gruesas), pan que trajeron de Putla, fruta de la región, platos con caldo de
res (carne de res y chile) y pozole, así como sombreritos de cempasúchil,
caballitos de che´a, una especie de zacate que sólo se produce en esta época
y las velas.
Antonia
le da la espalda al altar, continúa parada en la puerta de su casa, permanece
así por largo rato, se mete, hace algo de sus tareas cotidianas y vuelve a la
puerta. Es una vigilia permanente.
Aquí
–cuenta-- no hay sacerdote, ni ellos quieren venir, los han atemorizado, por
eso no pudimos hacer un novenario, pero mi hermana Fermina sí hizo uno en
Puerto Vallarta, (Jalisco), ella vive allá, está mejor lejos, aquí no hay
mucho qué hacer y sí mucho qué sufrir. Su relato será la explicación de una
tragedia familiar, donde las mujeres han pagado con sus cuerpos la rabia de
un conflicto político que no entienden.
Abrazada
a ella misma, Antonia habla, apenas murmura. Está desesperada, adolorida del
cuerpo y del corazón, dice sujetando su mano izquierda contra su pecho, donde
toma con fuerza su vestido rojo de algodón, su vestido rojo de mujer triqui,
de lengua triqui con la que a ratos reza, piensa, grita mientras dormita por
las noches en que quisiera seguir de pie en la puerta de su casa alumbrada
por la luna de octubre.
SE
HACE CAMINO AL ANDAR
Para
llegar a Rastrojo hay que viajar en las suburban Cuauhtémoc desde Oaxaca
hasta Putla de Guerrero, son cinco horas de viaje que entran a ratos en una
ruta de interminables curvas y voladeros. Después, en Putla hay que caminar
10 minutos para tomar una camioneta de redilas del pueblo de Rastrojo y en
poco menos de dos horas de un ascendente camino de terracería se llega al
caserío, construido en su mayoría de adobe y carrizo con techos de lámina.
Los
que han emigrado han hecho con material sus casas. Desde hace tiempo las
mujeres también se están yendo a Estados Unidos, como Cándida de Jesús Flores
quien volvió hace meses de Nueva York donde estuvo por más de dos años.
Ahí,
cuenta ella misma, las cosas no fueron fáciles, "porque una está
obligada a hablar inglés, es a la fuerza y es difícil". Su primer
trabajo fue en el campo y terminó haciendo diversas labores en un restaurante
de la metrópoli. El fruto de su esfuerzo está invertido en su casa de
material y su negocio, una pequeña tienda de productos básicos.
Sus
paisanas dicen que Cándida regresó más clara de la piel, "será que no le
tocaba mucho el sol".
Otra
que emigró fue Brígida, pero ella no volvió a Rastrojo, "sus hijos ya
hablan inglés y sólo ella y su marido hablan triqui cuando llaman por
teléfono a su familia", cuenta orgullosa Adriana Ortiz García, quien
recuerda a la que fuera su compañera de escuela.
Pero
hay muchas otras mujeres que emigraron forzadas por las difíciles
circunstancias de ésta que es señalada por las autoridades estatales como una
"conflictiva región".
Atrás,
en el camino de terracería quedaron Constancia de Rosario, Pueblo Nuevo,
Llano Nopal, Río Metate y Cuyuchi. Más adelante, están San Juan Copala,
Sabana, Yosoyuxi, Carrizal, Ojo de Agua y Paraje Pérez.
CAMINOS
SOBRE LA MAR
En
total, las comunidades triquis que "caminaban bien" entre 2000 y
2004 realizaron todos unidos encuentros culturales, cuyo recuerdo llena de
nostalgia a los más jóvenes.
Sin
embargo, desde hace poco más de un año, la gente de Rastrojo por ser del
MULT, ya no puede llegar a San Juan Copala, de esa misma comunidad -centro
ceremonial del pueblo Triqui y nombrado municipio autónomo en enero pasado-
no puede salir el sacerdote para oficiar misa en Rastrojo y en las otras
comunidades que no están con la UBISORT o el MULTI.
Además,
la gente de Rastrojo y las comunidades cercanas no pueden ir a la plaza de
los lunes, porque no los dejan entrar. Pero lo que más tristeza produce en la
gente –apunta Emelia Ortiz García-, es que "no pueden bajar a venerar a
Tata Chú" (Jesús).
Esta
situación ocasiona problemas económicos, la gente ya no puede hacer trueques,
como en Copala y tienen que pagar transporte para Putla, donde compran sus
cosas, cuando antes se iban caminando entre los cerros.
Todo
ello derivado de la división de la comunidad Triqui. Por un lado está el
Movimiento de Unificación y Lucha Triqui (MULT), por otro la Unidad de
Bienestar Social de la Región Triqui (UBISORT) desde hace poco más de un año
el MULTI (MULT-Independiente). "Si perteneces al MULT no puedes ir a
Copala, a menos que te quieras morir si eres hombre o desaparecer si eres
mujer".
BOSQUES
SE PINTAN DE ESPINOS
Rastrojo
es una de las comunidades "mejor dotadas" de servicios básicos en
la zona trique. Tiene agua potable, electricidad y escuelas primaria,
secundaria y bachillerato. Una iglesia dedicada al Nazareno donde no se
oficia misa por falta de sacerdote, hay una clínica de salud con una
enfermera para atender las emergencias.
La
gente cultiva frijol, maíz y calabaza. El chile lo compran, no se da en la
zona. Carne casi no consumen, como tampoco toman mucho café pese a que lo
cultivan, y la fruta que crece en sus terrenos de clima templado son el
plátano, guayaba, naranja, mamey y zapote.
Todo
esto es para autoconsumo, "entonces no se necesita mucho dinero para
vivir aquí", por eso era bueno el trueque. La gente de Rastrojo y
algunas comunidades vecinas cambiaban café y plátano por tomate, quelites,
rábanos, chile, chilacayotas, cilantro o mazorcas.
Desde
hace poco más de un año las cosas no han sido fáciles. La comunidad está
prácticamente secuestrada. La gente tiene miedo de salir a sus parcelas,
tienen temor de que lleguen y los maten, como pasó hace 15 días cuando
habitantes de Guadalupe Tilapa iniciaron una balacera contra Cuyuchi,
hiriendo en la cabeza a Sofía Bautista Martínez de 11 años de edad, quien al
momento de la emboscada esperaba a su tía sentada afuera de su casa. La niña
lucha por su vida en el hospital general de Oaxaca.
GOLPE
A GOLPE
El
16 de junio de 2006, la gente Guadalupe Tilapa emboscó a un grupo de
habitantes de Rastrojo cuando se dirigían a esa comunidad a llevar un recado
de la autoridad municipal. Ahí perdió la vida Guadalupe Ortiz García. Por la
muerte de Guadalupe Ortiz se responsabilizó a Bernardino Cortines Rodríguez y
Héctor Javier Herrera Martínez, ninguno fue detenido.
El
7 de julio de 2006, cuando caminaba con su abuela y su papá a la orilla de
Yosoyuxi, una niña, entonces de 14 años, fue arrebatada y secuestrada por
Timoteo Alejandro Ramírez, Francisco Martínez Bautista, Guadalupe Alejandro
Ramírez y Marcos Flores, todos integrantes del MULTI, quienes la violaron.
Cuando logró escapar de su cautiverio, como pudo llegó tres días después a su
casa. Por lo ocurrido interpusieron una denuncia y las autoridades iniciaron
la averiguación previa 157/2006, hasta ahora nadie ha sido detenido.
De
Paraje Pérez, el 10 de agosto de 2006, fue secuestrado Nicolás Velásquez
Martínez. Hasta ahora nadie sabe nada de este señor.
Una
de las comunidades que más ha sido atacada por los integrantes de UBISORT y
MULTI es Cieneguilla, en donde en repetidas ocasiones las balaceras duran
hasta cuatro horas y aunque la gente se resguarde en sus viviendas, "a
veces las balas cruzan las paredes". Lo mismo sucede en Cuyuchi o si
estos señores quieren, detienen las camionetas que van a Rastrojo y a otras
comunidades que no pertenecen a sus organizaciones.
ESTELAS
EN LA MAR
El
frío de los últimos días se siente también en esta apartada región del
occidente de Oaxaca. Desconsolada, Antonia parece sentir más el helado
viento. No entiende cómo el problema político ha castigado tanto a su
familia. Su madre y su hermana fueron atacadas sexualmente hace un año, sólo porque
decían que su cuñado era de Rastrojo.
Ellas
vivían en San Juan Copala y violarlas fue un castigo por tener familiares
dentro del MULT. Este tipo de hechos se repitió con otras mujeres de Copala,
a quienes amenazaron, violaron y les quitaron sus pertenencias. Algunas de
estas mujeres prefirieron salir de la comunidad y emprendieron el forzado
éxodo a Baja California y otras entidades.
Desde
el 5 de julio de 2007, las hijas de Antonia están desaparecidas. Le han dicho
que podrían estar en San Juan Copala, en Yosoyuxi y que hace unas semanas las
vieron en una camioneta, con los ojos vendados y las manos atadas en Sabana,
también poblaciones con dominio político del MULTI y UBISORT.
Por
eso Antonia llora y reza en silencio. Siente la impotencia de no poder entrar
al lugar para buscar a sus hijas, siente rabia porque ninguna autoridad la
puede ayudar.
Virginia
es maestra bilingüe y aquel 5 de julio, hace más de 120 días, salió de
Rastrojo junto con su hermana Daniela rumbo a San Marcos Xinicuesta, donde recogería
algunas pertenencias, pues había conseguido su clave en el Instituto Estatal
de Educación Pública de Oaxaca (IEEPO) para trabajar en Llano La Luz, una
comunidad más cerca de Rastrojo, su casa.
Antonia
no olvida que casi en la puerta de la vivienda se subieron a un taxi de color
amarillo que había ido a dejar pasaje desde Putla. Ella cree que sus hijas sí
llegaron a Putla y que habrían "desaparecido" en el tramo entre esa
cabecera municipal y Juxtlahuaca.
Por
la desaparición de Daniela y Virginia Ortiz Ramírez se levantó una denuncia y
se inició la averiguación 187/2007. Todavía a principios de agosto, las
mujeres de la familia Ortiz se entrevistaron con el Procurador Evencio
Nicolás Martínez Ramírez, quien prometió aplicar "el peso de la justicia".
Al
despedirse de la noche, Antonia parece murmurar la misma pregunta desde hace
más de 120 días ¿dónde están mis hijas? Un largo suspiro escapa de sus
entrañas. Su dolor se extiende a todo un pueblo de habitantes que caminan
apresurando sus pasos antes que la noche les robe los últimos rayos de Sol.
Las puertas se cierran, se atrancan una a una, el choque de la madera se
escucha de casa en casa. Hay que tratar de dormir, soñar si fuera posible y
creer que la realidad de las mujeres triquis es una pesadilla de la que van a
despertar.
Por
la mañana, Antonia volverá a vigilar el horizonte desde la puerta con la
esperanza de que Daniela y Virginia vuelvan a casa.
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